Por distintos motivos, el ejercicio de la psicología exige del proceso de supervisión como un elemento permanente.
Por un lado, existe la necesidad de someter nuestras intervenciones a contraste. La supervisión genera la posibilidad de la valoración de alternativas, la deliberación sobre las intervenciones realizadas o las que están por realizarse.
Y por otro, la supervisión facilita la exploración personal, el análisis de las repercusiones que tiene acompañar a personas que sufren y la gestión emocional que implica la ayuda al otro.